lunes, 11 de noviembre de 2013

Hoy, no me siento parte del mundo.


Día largo e improductivo.

Problemas familiares, mi querida abuela enferma, sin reconocer a sus propios hijos...
Todavía no he ido a verla, no he podido. Rompo a llorar con la idea de verla tumbada en cama, mirándome
como quien ve a un extraño entrando en su cuarto. Se que he de pasar por ello, pero no me veo preparada.

Y demasiadas cosas en mi cabeza, que por mucho que quiera, no puedo apartar.
He tenido un examen de unas cuarenta y pico preguntas que... si llego al 5 será un milagro. Y sí, he estudiado. Pero ya no sé si me estoy quedando tonta o si los nervios me pueden y me bloqueo.
No sé si quiero estudiar el ciclo que estoy haciendo, simplemente lo hago.
El caso es que me siento triste. Decaída.
Yo, que siempre trato de ver todo con positividad y  ser fuerte.
A veces me pregunto para que... 
Esperando algo que no llega. 
A tantos kilómetros de la persona que quiero. Y tan sola.
Porque no puedo abrazarle, no le escucho decirme que todo irá bien. No tengo su mirada cuando me es tan necesaria.

Hace tanto tiempo que no me abrazan el alma, que me he cansado de sostenerla yo misma.
Y, seguramente, mañana me levante y pise con firmeza, porque no suelo permitirme pasar demasiado tiempo así.

Pero hoy, estoy vacía. Y eso seguirá ahí. Si no sale mañana, saldrá algún día.
Y me paso los días ayudando y aconsejando a la gente, pero no soy capaz de hacer nada por mi. Siempre la cago con todo. no sé como me las arreglo, pero me cargo todo lo que toco.
El caso es que me quedo sin incentivos para hacer las cosas. Y a veces, me siento muerta en vida.

Escribo y no digo nada. Pero hoy, sentí la necesidad de hablar conmigo misma y esta es una vieja costumbre que tengo para hacerlo.

No me leeréis, no importará, pero yo lo habré soltado.

Mañana procuraré salir de la cama con el pie derecho, palabrita.

Buenas noches, que tengáis dulces y húmedos sueños.